La (im)promesa de Disney Plus
- Luis García Oviedo
- 1 dic 2020
- 5 Min. de lectura
Algunos comentarios sobre la llegada de Disney Plus a México

01 de diciembre de 2020
El 17 de noviembre de este año llegó a México el servicio de streaming Disney Plus. Tras un año de su salida en Estados Unidos y luego de una constante campaña de publicidad que recordaba la cercanía de su estreno, y tras anunciar en el World Trade Center de la Ciudad de México, con todo y pirotecnia incluida, la ya por fin esperadísima, deseada, casi necesaria llegada de la plataforma (según su gente de relaciones públicas, pareciera), esta quedó disponible para el bolsillo de los fanáticos de la compañía de películas animadas.
Películas animadas y Marvel. Películas animadas, Marvel y Star Wars. Películas animadas, Marvel, Star Wars y Fox. Y es que si algo ha demostrado el gigante estadounidense es la facilidad con la cual ha cimentado un monopolio apoderado de la competencia del mercado. Hasta antes de la pandemia, Disney tenía un dominio constante en las salas de cine –básicamente, a principios de año hasta la época de blockbusters era garantía tener en cartelera películas de Marvel, y por el periodo veraniego o el segundo semestre del año, películas animadas de la propia compañía o con la firma de Pixar, y, hasta el año pasado, películas tema de Star Wars (en ese caso en particular, el cierre de la nueva trilogía iniciada en 2015)– lo que implica, en un país como México, y principalmente en zonas que no son la capital del país, es decir, estados cuya oferta de cartelera es menor, un dominio en salas de las películas producidas por la compañía del ratón y un apoderamiento en tiempo de exhibición que debilitaba en unos cuantos días (si bien les iba) a otras ofertas como películas extranjeras o producciones nacionales independientes. En el modelo capital importa la garantía redituable, y si algo da el monopolio fílmico es la garantía de obtener dinero.
Porque Disney no es sólo una compañía de películas animadas o de superhéroes o de aventuras espaciales, ni tampoco es nada más el dueño de inmensos parques de diversiones y espectáculos resort, ni tampoco es simplemente el corporativo que genera a montones mercadotecnia para consumo. Que sí, es todo eso, pero principalmente Disney se ha mostrado como un monopolio de la cultura. La empresa ha dejado en millones de personas una huella que asocia la infancia con Disney (¿cuántos de aquí su primer película vista no fue sino una de esta empresa? ¿Cuántos no conocieron por primera vez, y tal vez única, historias clásicas del folclore europeo a través de la mirada de Disney?), y de igual modo se ha insertado en el disfrute de una gran porción de espectadores: ¿cuántos no se unieron al evento fílmico de las películas de Marvel, y esperaron con ansias ser parte del momento de la época y ver la película en turno y sufrir por la muerte de tal o cual personaje? Evidentemente, no es que esté mal tener un afecto por una obra de ficción, o sentir la emoción que una película puede otorgar (es, vaya, la interacción esperada), sin embargo, hay algo que se antoja extraño cuando la gran mayoría de opciones para esas experiencias provienen de la misma compañía.
Ahora las intenciones de Disney son enfocarse de lleno en las posibilidades que da su plataforma de streaming. La pandemia y el encierro global casi constante (al menos, aparente) no es señal de preocupación para la compañía, que está muy segura del éxito monetario que obtendrá por su incursión en los servicios de renta digital. Y el panorama le favorece, la verdad es que a un usuario promedio poco le importa adquirir algo de forma física (adiós al llenado del vacío de ausencias paternales con el plástico comprado), lo que importa es tener el acceso, pagar una cuota para presenciar algo y seguir con esa renta hasta el hartazgo. Netflix había mostrado ser el monopolio en ese ámbito, luego, en México al menos, las opciones principales se limitaron entre la compañía de la N y Amazon Prime (otro monopolio de propósitos igual de intrusivos que Disney) y, ahora, Disney Plus. Sin embargo, al momento, ¿es el nuevo servicio en realidad uno indispensable?
La respuesta directa y obvia es que no, pero para el caso ninguna de las plataformas, al no ser parte de un gasto primario como, por ejemplo, la alimentación, es indispensable. Sabiendo esa obviedad, lo que importa entonces es conocer si la oferta del servicio es atractiva (en un mundo donde alguien paga Netflix, Prime, Spotify o cualesquiera de dichos servicios). Si uno es fan de Disney, lo obvio es que sí; la cosa es que Disney ha permeado en la mente de más de uno y, como se ha dicho en párrafos anteriores, es dueño de lo que antes podía ser visto como “competencia”.
Haciendo un listado mental, pues, se tiene todo Disney, que no es algo extrañísimo que nadie haya visto antes, todo Disney es igual a películas de Azteca 7. Luego está la posibilidad de ver al Mandalorian, que eso cubre la rúbrica para el fan de Star Wars (porque sí, si uno es fan de Star Wars, lo más seguro es que haya visto ya las películas de la franquicia, y si no, tiene entonces la opción de ver las once películas). Luego la programación de la National Geographic y algunas películas de la Fox. Ah, la Fox, la Fox. Si algo causó revuelo en su momento fue la compra que Disney hizo de la Twenty Century Fox y mucho meme proliferó acerca de cómo los Simpson (esa serie, ahora cosa longeva) pasaban a responder a su nuevo jefe ratón. Y como un connotado fanático de las primeras once temporadas de los Simpson tuve al menos una mayor atención para Disney Plus. ¿Cuál fue el resultado final? Sólo están las dos últimas temporadas de los Simpson, y repito: ¡Sólo están las dos últimas temporadas de los Simpson! Uno entiende cuando compañías cuando Netflix, que paga derechos por la transmisión de algún programa o película, sólo muestra algunas temporadas de ese producto por el cuál pagó, sobre todo al tener que afrontar algunas cuestiones legales tan cambiantes acorde al país en turno, pero, ¿qué no se supone que Disney es dueña de la Fox, y por ende, dueña de los Simpson, de todos los Simpson y no de sólo sus últimas dos temporadas? Es decir, vi capturas del servicio en Estados Unidos, capturas de la reedición dada al formato 4:3 de los viejos capítulos, ¿por qué es que esa serie no está en el sitio oficial al cuál se supone pertenece?
Y luego está la promesa de Disney Plus en cuanto a su contenido venidero original y exclusivo para Latinoamérica: programas con Adal Ramones y Omar Chaparro. ¿En verdad, Disney? Francamente es difícil no sentir un cinismo de la compañía y de sus decisiones dadas para la región. Es decir, no sólo Disney ha prohibido a otros servicios transmitir el contenido de los productos de los que ahora tiene control (y que no necesariamente llevan la “manufactura” directamente de Disney, como la Fox) sino que, esos productos que oficialmente se esperaría ver (de forma legal y pagada) en su plataforma, pues resulta que no está, pero, mira, no te desanimes, sí está la promesa de un futuro contenido que se antoja, cuanto menos, cutre.
Sí, Disney, en general, es un monopolio inmenso, dueño de la cultura (y del modo de ver y entender al mundo) de millares de personas. Su presencia es una invasión por demás aceptada y esperada por parte de muchos estratos. Disney se muestra como un amo. La cosa es, un sometido puede aprender a amar los golpes de su amo, pero jamás apreciará una caricia dada con desinterés.
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