Reportaje: El flujo de lectura en cuarentena
- Luis García Oviedo
- 18 dic 2020
- 7 Min. de lectura
Entrevistamos a 10 personas para saber sobre su relación con el hábito de la lectura y cómo se desenvolvió dicho hábito en un año de cuarentena.

La entrada de la pandemia significó, al menos para un sector en específico, un cambio en el ritmo de vida: el tiempo dedicado entre los diversos traslados de lugares (de la casa al trabajo y lo que quedara como límite) fue reemplazado por un sentido –falso– de oportunidades por aprovechar: de pronto, la idea de mucho tiempo libre en casa daba a pie para un sinfín de posibilidades, posibilidades que pronto serían explotadas por el sentido de una productividad continua: aprovecha tu día, aprende algo nuevo, toma muchos cursos, ¿por qué permites tener tiempo sin qué hacer? Y, en ciertos casos, una voluntad sincera de muchos que trataron de adaptarse por hacerse de hábitos nuevos: hacer ejercicio, ver muchas series, leer más. Al menos al principio.
Nuestro caso particular no revela sino decepción a esas intenciones de constancia. Somos estudiantes de Letras Hispánicas, a punto de finalizar la carrera universitaria, y la asociación que se nos da con las palabras, la ortografía y la lectura es constante. Probablemente leímos muchos libros en este largo periodo de pandemia, claro, porque esa es nuestra naturaleza: estudiamos letras, por ende, amamos leer por montones. Sin embargo, en este primer año pandémico, el desinterés por siquiera fingir una constancia en la lectura por placer fue una realidad: pocos libros leídos, poca voluntad por incrementar las lecturas.
Evidentemente, nuestro caso no es una regla general. Sin embargo, las cuestiones en torno a la lectura en tiempos pandémicos quedan: ¿Cuántas personas habrán leído libros este año? ¿Cuántos sintieron algún interés por acercarse a algún producto literario? ¿La pandemia influyó realmente en este hábito?

En primera instancia, es necesario considerar el contexto al que nos referimos. Es una suerte de consciencia colectiva el saber que el mexicano comúnmente no lee libros. Acorde al comunicado del INEGI presentado el 23 de abril del 2020, los resultados que el Módulo sobre Lectura (MOLEC) obtuvo con respecto al hábito de la lectura de los mexicanos revelaron una disminución de casi 10 puntos porcentuales de la población lectora, pasando de un 80.8% a un 72.4% .
Según los datos estadísticos del MOLEC, los mexicanos leen un promedio de 3.4 libros al año. Siete de cada diez personas de 18 años y más en edad, clasificados como alfabetas, asegura leer de forma habitual libros, revistas, periódicos, historietas o páginas de internet (foros o blogs). De igual manera, cuatro de cada diez personas dentro de este mismo rango han leído al menos más de un libro (esto, con relación a los doce meses previos de la toma de datos).
El reporte mostró los principales motivos para la lectura:
Entretenimiento 38.7%
Trabajo o estudio 27.1%
Cultura general 25.5%
Religión 7.4%
Asimismo, registró los motivos por los que la población opta por no leer:
Falta de tiempo 43.8%
Falta de interés o gusto por la lectura 27.8%
Problemas de salud 27.8%
Preferencia por otras actividades 12.8%
Falta de dinero para adquirir materiales de lectura 1.3%
El registro resulta poco sorprendente. Sin importar que se trate de sólo un muestreo estadístico, la realidad obvia para los mexicanos es que existe un desapego por la práctica y fomento del hábito de la lectura. Leer no es una actividad que prime por sobre otras, ni tampoco se trata de un pasatiempo que esté a la par de otras formas de interacción de un receptor con un producto.

¿Pudo el hábito de la lectura verse aumentado o en detrimento por el año pandémico?
Entrevistamos a diez personas, de distintas ocupaciones: dos estudiantes universitarias de Letras Hispánicas; dos estudiantes de carreras universitarias distintas; dos profesores emergidos del campo de la literatura y lingüística; dos personas relacionadas con la cultura y las letras; y dos personas afines a otros temas que no son la literatura ni la cultura.
De los diez entrevistados, la gran mayoría afirmó contar con el hábito de la lectura, siendo sólo una entrevistada quien declaró creer no contar con dicho hábito. Respecto al impacto que pudo haber tenido la pandemia en la práctica de la lectura, y si existió alguna modificación, seis de los entrevistados negó haber tenido algún cambio consecuente por la cuarentena, mientras que los restantes cuatro afirmaron sí haber notado una diferencia:
“La verdad es que sí puedo decir que me ayudó bastante. Antes de la cuarentena tenía un bloqueo muy fuerte de que no podía terminar los libros. No puedo decir cuánto tiempo tuve ese bloqueo de no acabar esos libros que yo misma leía por gusto [...]. En este verano sentí que leí mucho para mis estándares [...] leí un libro por semana y como que me sentí muy bien porque todos los libros que leí me gustaron mucho y me sentí muy motivada” afirmó la estudiante de séptimo semestre en Letras Hispánicas, Rubí Sánchez, quien agregó haber sentido una mayor motivación por la lectura por medio de una booktuber seguida en YouTube y Twitter.

Un poco similar fue el caso de Ángel Campos, egresado en Urbanismo, quien dijo que la pandemia fue un momento para retomar la lectura por placer, aprovechando no sólo el aislamiento, sino también las posibilidades virtuales: “Ahora por el aislamiento que estamos presentando, en mi caso particular, he tenido más tiempo para mí. Está esa alternativa que siempre ha existido pero que, a lo mejor por la llegada de la tecnología, la dejamos pasar. Uno se aburre de lo mismo de siempre: estar checando redes sociales o videojuegos o qué es lo que actualmente es lo que está predominando. Por esa parte, yo sí volteé a ver otra alternativa, y pues son esta parte de los libros, la lectura; no forzosamente libros físicos, sino digitales, o audiolibros o artículos en internet, usar el medio digital para estar un poco más informado”.
Respecto a los seis entrevistados que aseguraron no tener una modificación en su hábito de lectura, uno de ellos, Adolfo Valencia, profesor de idiomas y estudiante, dijo que su ritmo de lectura (considerado como activo) continuó siendo el mismo, si bien, sólo adquirió una mayor notoriedad y posibilidad para la lectura ya antes practicada. Un caso distinto fue el de la egresada en Nutriología, Aranxa Garnica, quien dijo que se propuso leer más en la pandemia pero no logró cumplir con dicho objetivo. Una respuesta similar fue la de la artesana Sandra Cortés, quien dijo que, a pesar de las intenciones por incrementar la lectura, en práctica no fue posible llegar a ese propósito: “Creo que no aumentó. Yo pensaría que por tener un poco más de tiempo aumentaría más, pero no fue realmente así. Era como buscar más una adaptación de un modo de vida y ya a partir de ahí, estabilizarme”.

La respuesta dada por la profesora e investigadora Ximena Gómez precisa más en esas intenciones mermadas: “Podría pensarse que para alguien que se dedica básicamente a leer para trabajar, bien. Pero no muy bien, tanto por la situación de la incertidumbre inicial [...], lejos de ponerme a leer, más bien estuve al pendiente de las noticias. Y en la segunda etapa en la que, desde el punto de vista laboral, tuvimos que empezar a habituarnos al trabajo en casa, y no sólo al trabajo en casa, sino a la duplicación, o hasta triplicación del trabajo en casa, pues no influyó de manera positiva, pues no he tenido espacios tranquilos y amplios para poder leer a pesar de que hemos estado en confinamiento y tengo el hábito, y además vivo de él”.
Se trata de la conciencia de un hábito de lectura vuelto más una labor forzosamente exigida por el aislamiento que produjo la pandemia. El sentido de que por motivos de una imposición laboral o de estudios se dé pie a una lectura más activa –si bien, quizá no de forma tan extenuante como el de una universidad “adaptada” a la cuarentena– fue una constante en todos los entrevistados. Las otras dos personas que indicaron que su hábito de lectura no se vio modificado por la pandemia, la estudiante en Veterinaria, Montserrat González, y la estudiante en Comunicación, Alma Delia López, indicaron que su aproximación a la lectura era dada por los estudios: “Independientemente de la carrera o del estudio, siempre implica [un estudio universitario] estar investigando, estar actualizándonos, y ello implica entrar a libros, artículos”, comentó Montserrat.
Los dos entrevistados ajenos al campo de las letras coinciden en este punto, concordaron de igual modo con este punto de vista: “Sí, básicamente, todo lo que leo es por el trabajo o por los estudios. Regularmente no tengo el tiempo, o no me doy el tiempo (...) de leer cosas de interés personal que no se relacionen a la cuestión académica o laboral” dijo Aranxa, mientras que Ángel indicó que “Es un constante estar indagando la información, sobre todo en diferentes autores, en diferentes posturas. Por esa parte sí creo que se inculcó un poco más el hábito”.

Por parte de los seis entrevistados que de algún modo u otro están relacionados con la literatura y la lingüística, la respuesta indicó cómo dicha profesión aumenta el hábito lector: “Estudiar Letras definitivamente hace que leas más”, aseguró la estudiante en tercer semestre de Letras Hispánicas, Laura Reyes, concordando con la estudiante Rubí: “Gracias a la carrera creo que tengo un abanico más grande de lecturas”, dijo esta última.
La cuestión laboral, en el campo de literatura, también influye en el hábito lector. La escritora y activista, Dahlia de la Cerda, indicó que: “Sí creo que mi trabajo ha influido en que lea más, tanto mi trabajo como escritora porque tengo que leer a otras escritoras [...] pero también en mi trabajo como activista”. Mientras que la artesana Sandra Cortés dijo que su trabajo como editora de libros suponía un aumento en su proceso de lectura.
Al momento de ser cuestionados sobre qué leyeron y cuántos libros fueron los que recibieron lectura este año, las respuestas fueron variadas. Artículos sobre la COVID; libros relacionados con las materias universitarias; libros que serían utilizados en clases de idiomas; sentencias de corte e iniciativas; la Ley cultural; teoría y crítica literaria, o del campo de las ciencias sociales y el humanismo. De estas respuestas, destacamos la de la profesora Ximena: “[…] y también leo textos fuera de la academia: leo periodismo cultural en línea, también me gusta leer discusiones bizarras en Facebook, es un buen medidor de cómo nos comportamos culturalmente”.

Si bien, la pandemia presentó la ilusión de posibilidades, la verdad es que la situación de adaptación del humano a una situación que, al inicio, resulta distinta, no necesariamente desembocó en un aumento de la habilidad lectora. Lo que fue posible observar es que en todos los entrevistados, con su paso por estudios universitarios, existió un cambio en el proceso de lectura e investigación. La última respuesta citada, sin embargo, precisa en un tono importante para tener en mente: cierto sector de la población es capaz de consumir, tal vez no de forma consciente, el comportamiento de varias sociedades manifestado en el registro masivo y efímero del internet. La noticia periódica, pero también el meme del momento o el comentario furioso de una de tantas publicaciones, no son sino posibilidades para observar el modo de abstraer y pensar de millones de personas (sean comentarios y expresiones sinceras, o meras réplicas molestas). De igual modo, queda por pensar en el número de mexicanos sin acceso al internet, sin posibilidad para estudios superiores, sin la idea de un aislamiento, y preguntarse, ¿qué tan importante es hablar del hábito de la lectura?
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