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¡Es Zeus!

  • Luis García Oviedo
  • 29 nov 2020
  • 4 Min. de lectura

O de como el dios griego no se parecía al de la película


29 de noviembre de 2020


Corría el año del 97 y por un cine de mi ciudad que ya no existe (el cine; no dejarse, por favor, confundirse por la anfibología) ubicado al fondo de un estacionamiento para un centro comercial ahora cerrado vi una película que a mis cinco años me resultó espectacular: Hércules. También por ese año viví lo que ahora recuerdo haber sido mi primer contacto con la mercadotecnia: parafernalia diversa de la película que veía por todos lados, estampitas en las envolturas de los panes Bimbo, y una suerte de librito-álbum que la empresa produjo en montones de tirajes (y que veía junto con una vecina de una calle en la que ya no estoy y de quien no sé qué ocurrió con su vida); falsos tatuajes que salían de galletas (Gamesa, supongo, aunque la verdad mi memoria falla en la precisión de la marca); y, por supuesto, multiplicidad de figuritas y monitos de los personajes.

En ese año del 97 uno no se ponía a pensar en cómo un recurso mítico puede y es usado para cimentar una forma de pensamiento; uno no se ponía a analizar en que las personas necesitan de una historia para dar sentido a sus comprensiones del mundo. Tampoco uno se ponía a pensar en la mitología, y en mi caso, mucho menos en la fundacional mitología griega, tan referenciada, recontextualizada y repetida en las historias de básicamente todo occidente. Con esto quiero decir, que uno no reparaba que la reinterpretación de la mitología griega mostrada en la película de Disney dista mucho de las fuentes en que se basa.


Y pues si algo nos enseñó este año es que nunca está de más romper algunas ilusiones, así que, para apilar información a un “sabías qué” innecesario –y dar datos que probablemente son ya de vario consciente colectivo–, los editores de esta página nos reunimos en las mazmorras de nuestra base y decidimos extraer los viejos pergaminos para hablar acerca de cómo es que son algunas características de los personajes en la mitología griega y por peresonajes nos referimos concretamente a Zeus y por características nos referimos a sus constantes amoríos.


Y es que aunque la figura de la película del 97 que aboga por un padre cariñoso y fiel esposo monógamo protector de un perfecto matrimonio con Hera, la verdad es que dista mucho de lo que configuraron los antiguos griegos, un Zeus que era de todo menos fiel y que continuamente, de múltiples maneras y formas, practicó, de manera nada consensuada, el coito hacia aquellos que le apetecía.


Su primer “amorío” fue con(tra) Mentis, quien, pese a su negación, terminó preñada del dios. Ante el terror profético de que su hijo heredara sus instintos parricidas, Zeus decidió devorar al producto de su relación con Mentis (los errores del padre, ¿a dónde pasan?...), sólo para que unos cuantos días después pariera de su cabeza a la diosa de la inteligencia y la guerra, Atenea.

Michael Maier - Nacimiento de Palas de Zeus
Michael Maier - Nacimiento de Palas de Zeus.

Y las aventuras sexuales del dios continuarían. Con Temis gestaría a las Horas (diosas cósmicas del orden social) y a las Morias (dueñas del destino). Practicaría el brutalismo (los motivos de un dios, parece, son incomprensibles) con Europa, a quien sorprendería con la forma de un toro y de donde serían gestados Minos, Sarpedón y Radamantis.


De la aventura con Sémele, Zeus crearía a Dionisio en un parto poco ortodoxo. Resulta que la amante le pediría al dios, por obra de una celosa Hera, ver su verdadera forma. Y pasa que a Zeus se le hizo muy fácil mostrársele con todos sus rayos y truenos de deidad, carbonizando a Sémele en el proceso. De los cachitos y cenizas Zeus sacaría al infante procreado y lo insertaría en su muslo, tres meses después, ¡felicidades!, se ha traído al mundo al dios del vino y el teatro.

Tiziano - El rapto de Europa

Con Leto crearía al dios Apolo y con Mnemosine, las nueve musas. Pero los deseos y filias de Zeus no se limitarían a andar esparciendo progenie por toda Grecia antigua. El dios de múltiples amores también tendría sus quereres con el joven Ganimedes, cosa que por supuesto levantaría más los celos en la olvidada esposa Hera.


Y a todo esto, ¿de dónde vino el susodicho Hércules? La historia de la fecundación de Heracles (el nombre griego del héroe) está cargada de un curiosísimo aprovechamiento por parte de su padre. Resulta que Zeus estaba fascinadísimo con la belleza de Alcmena, nieta del héroe Perseo, esposa devota de Anfitrión, quien había partido a la guerra. Ni tardo ni perezoso, Zeus decidió aprovechar el bug y tomó la forma del esposo guerrero, estando unas 72 horas con una Alcmena que recibió amorosamente a su falsa pareja. Zeus hizo lo que mejor sabía (aprovecharse de lo que quiere), se retiró y al poco tiempo regresó el verdadero Anfitrión, quien, al sentir mucha tibieza por parte de su esposa, descubrió el engaño del dios. Furioso, el héroe (por supuesto, ¿por qué no?) castigó a la muerte en hoguera a su esposa (evidentemente, la victimaria), pero Zeus, siempre bondadoso, apaciguó el fuego para salvar a Alcmena, quien de todos modos recibió un castigo de una furiosa Hera (¿por qué todos se ponían en contra de la pobre esposa?) haciendo que su embarazo se prolongara más de lo debido. Y sí, la criatura que saldría del útero de Alcmena no sería otra que el mismísimo Heracles.


La voluntad sexoafectiva de Zeus sería plena y continua. Y el legado de esas acciones permanece en el mundo real y actual, ya sea en forma de memes o en divertidas canciones. Así pues, el traviesísimo Zeus mitológico es sólo uno de tantos entes distintos, edulcorados y simplificados que presentó aquella película de Disney del 97.


 
 
 

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